Del archivo: La reverencia
Por Yasel Toledo Garnache (yasegarnache@gmail.com)
La madre está afuera, bastante confiada. Él adentro, en su batalla. La otra madre pela tres boniatos en su casa, ni sabe por donde anda su hijo de 12 años.
Los dos adolescentes miran el campo de 64 casillas y traman el derrocamiento del rey contrario. Mueven sus piezas bélicas con precisión.
Ella se levanta. Camina unos metros y le pregunta a alguien que sale del salón “cómo va todo”. No muy bien, el otro muchacho es bastante bueno, le responde. “Eso seguro que cambia, mi hijo siempre saca aunque sea una tabla”, dice pensando en otras esperas con finales de celebración. Y prosigue con la historia de lo bueno que es su primogénito casi desde que estaba en el vientre, de sus sueños de campeón.
Sobre la mesa, un plato con boniato y un pan de bodega, con otro recipiente encima que le sirve de tapa, hasta que llegue el muchacho, seguro que hambriento. La casa sola porque hay que buscar algo para comer por la noche.
Los dos estrategas siguen en lo que constituye la batalla más larga de la jornada. Uno envía un ataque de caballos y peones, con apoyo del último alfil. El otro consulta al oráculo de Delfos. Posiciona las torres y responde con movida de Dama que penetra las filas del enemigo para provocar su rendición.
Ambos se miran por última vez, en una especie de dos escalones que se mueven, uno hacia las nubes y el restante hacia el fondo. El derrotado felicita al otro, y se queda hundiéndose en una silla de madera.
El pasillo está cubierto de alfombras por las que camina el monarca hasta donde lo espera su madre. Escucha el sonido de las trompetas, los aplausos, los vítores.
Publicado el 1 de octubre de 2015 en Vivencias y etiquetado en ajedrez, archivo, batalla, La Habana, reverencia. Guarda el enlace permanente. Deja un comentario.
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