La muchacha de Ricardo
Por YASEL TOLEDO GARNACHE
Ricardo la mira con cierto asombro, no está acostumbrado a
tanta belleza, a cuerpos tan monumentales. Ella tiene una
sonrisa hechizante. Camina por todo el pasillo. Sabe que
es el centro de atención, blanco de miradas y piropos.
¡Qué sensualidad! Los hombres a su alrededor parecen
embobecidos, no pestañean, no hablan de algo más, sólo de
sus caderas, de sus labios, de los rayitos en el pelo, de
su elegancia.
Va hacia Ricar, quien no sabe qué hacer. Piensa en huir,
en entrar al aula o refugiarse en el grupo de estudiantes,
que conversan un poco más atrás, pero jamás se lo
perdonaría. ¡Cómo perder aquella oportunidad! Con suerte,
podría hasta besar sus mejillas y sentir el perfume, la
delicadeza de su piel. Imagina que su voz es suave,
encantadora.
Ella se para cerca, junto a otra muchacha, no deja de
mirarlo. Eso debe significar algo. Él sonríe, es una
sonrisa nerviosa, con la que intenta pavonearse. Casi no
lo puede creer: quizá la princesita también esté
interesada.
Ahora lo apunta con un dedo, trata de que él no lo
perciba, pero cómo no hacerlo. Parece que le indica algo a
la otra chica. Las dos lo miran. Intercambian sonrisas
durante algunos segundos. Ricardo irgue el pecho, se para
lo más derecho posible, y está listo para hablar alto,
fuerte, como un verdadero hombre, tal como le dijo su
padre.
Ella se acerca. Él intenta hablar, pero ella se adelanta:
“niño tienes algo entre los dientes”.
Publicado el 28 de febrero de 2013 en De todo y etiquetado en asombro, muchacha. Guarda el enlace permanente. 1 comentario.
se puede ser elegante y sensual sin tener rayitos en el pelo